Las personas que tiene falta de actividad física producen la ausencia de tonicidad muscular suficiente. Por ello, cuando una persona inactiva realiza un esfuerzo físico, su musculatura encuentra una imposibilidad de asumir ese esfuerzo, y aparecen las contracturas por sobrecarga.
Paralelamente, un exceso de actividad, a pesar de tener una excelente condición física, si las actividades a realizar superan las capacidades para asumirlos, nos encontramos con el mismo problema del tipo sedentario: desequilibrio entre esfuerzo y capacidad de responder a este esfuerzo.

Las personas que practican un deporte concreto, repiten sucesivamente movimientos de forma continua, por ello son susceptibles de sufrir esta lesión.
El nivel del deportista es factor determinante ya que un deportista ocasional y poco exigente no sufrirá las mismas lesiones que un competidor de élite. De igual forma dependiendo del deporte que se realice existe más o menos propensión a contracturas deportivas.

El estrés es un agente cada vez más presente en nuestras vidas, esta situación hace que el paciente tensione de forma involuntaria y continuada sus estructuras musculares, creando así las contracturas.

El proceso de envejecimiento con lleva la pérdida de elasticidad en músculos y articulaciones. Esta merma provoca que cualquier actividad diaria se convierta en un sobreesfuerzo, y las musculatura debilitada se contracture con mayor facilidad.